Mi viaje a Palenque

Foto Alejandra Zorrilla en Palenque

Hoy que es hoy,  la exuberancia de Palenque vive dentro de mí.

Entro silenciosa al antiguo lugar sagrado, observada de lejos por la mirada profunda de los pobladores que han compartido por siglos esta selva vertiginosa.

Soy thumb_IMG_6109_1024parte de este verde y húmedo hogar en que cohabitan cientos de aves, monos, jaguares, tortugas, venados y animales de ojos curiosos, que personifican a los espíritus y deidades que rondan el entorno sensual que me rodea.

La majestuosa arquitectura del sitio, devorada de pronto thumb_IMG_6119_1024por la voraz vegetación, hace apenas tangibles los ritos, rituales y creencias que quedaron plasmados en la historiadel Gran Palacio y el Templo de La Cruz Foliada. Escucho el canto de las cascadas y el rugido de los árboles que se cimbran, que se comen, que renacen y se enredan con los años que aquí no pasan, sino se quedan.

Subo las escalinatas del Templo de las Inscripciones, por las que pasearon algún día los sacerdotes y gobernantes que construyeron alianzas con la vida de todas las vidas, con el tiempo de todos los tiempos, con el espíritu de la naturaleza y de todas las naturalezas.

Vibro imaginando la sorpresa dethumb_IMG_6150_1024Alberto Ruz cuando descubrió la célebre tumba del rey Pakal que se esconde bajo mis pasos. Recuerdo la lápida labrada y la osamenta cubierta de cinabrio y la máscara de jade y el asombro y los collares y los brazaletes.

thumb_IMG_6167_1024Un artesano que juega cartas y vende aretes zoomorfos de piel pintada, me platica sobre el mito de la creación  y los gemelos Hunahpú y Xbalanqué, quienes desafiaron a los dioses de Xibalbá. Imaginamos juntos la algarabía y la magia que habrán vivido esas mismas piedras que se presentan atemporales frente a nuestros ojos.

Para ir a los rincones más profunthumb_IMG_6199_1024dos de Palenque y explorar los secretos de los templos menos visitados y los arroyos que riegan la selva, he pensado quedarme por más de un día en estos lares y regalarme un momento para asomarme a la flexibilidad de los arcos y las flechas de los lacandones, que recorren los caminos sin detenerse a pensar que esto que a veces se siente se llama lapso, y eso que siempre se intuye se llama vida.

Mi viaje a Yaxchilán

Hoy que es hoy, la herencia de Yaxchilán vive dentro de mí…

Captura de pantalla 2017-10-23 a la(s) 10.50.27El viento me despeina, el sol acaricia mi piel, la brisa se siente fresca y la lancha se desliza por el Usumacinta. Un cocodrilo allá, un mono araña, un tucán que cruza al otro lado sin percatarse, tal vez, que a la derecha el mundo se llama Guatemala y a la izquierda México.

Captura de pantalla 2017-10-23 a la(s) 10.57.19Nos enfilamos hacia el embarcadero viendo asomarse una pared de piedra a través de la selva. Me bajo de la lancha expectante, con ganas de correr. Primero toca la pequeña acrópolis. La subida empinada acrecienta mi deseo de llegar. Ahí está, se asoma apenas. Va creciendo con cada escalón que subo. Se ven los arcos, las escalinatas, la explanada. Salto de gusto.

Captura de pantalla 2017-10-23 a la(s) 11.01.10Es evidente que me muevo sobre un templo antiguo que guarda secretos que ponen en evidencia siglos de esplendor y siglos de abandono. Me asomo bajo el arco de piedra para observar la réplica del dintel del cambio de estafeta de Pájaro Jaguar.

Imagen 1

 El viejo rey de nariz gruesa entrega el cetro a su hijo, máspequeño en estatura, más grande en fuerza, más candoroso, menos sabio en conocimiento y menos consciente tal vez. Muerto el rey, viva el rey, diríamos ahora. ¿Qué dirían entonces los antiguos pobladores de Yaxchilán, aliados de los de Bonampak, contrapuestos con los de Palenque, Piedras Negras y Tikal.

Subimos, bajamos, nos asomamos, nos asombramos. Andamos por los caminos saturados de vida y muerte, de hojas caídas y bromelias desperdigadas, de hongos furtivos y follajes exuberantes.

La crestería del templo 33 surge desde siempre, abriendo laCaptura de pantalla 2017-10-23 a la(s) 10.59.50 gloria de un cielo azul que le sirve de lienzo. Mis piernas se acostumbran a cruzarse al subir de lado para que cada pie quepa en uno de los estrechos escalones que conducen a la cima. Ahí me instalo y me quedo. Casi es hora de cerrar y como replicando la llamada a regresar a casa, comienza a caer un aguacero que huele a selva. Dentro del camino el agua no traspasa la densidad del techo verde que nos protege, solo logra escurrir por los gruesos trocos que lo sostienen.Captura de pantalla 2017-10-23 a la(s) 11.10.27

Es un alivio saber que una cabaña de madera y una buena cena me esperan. Mañana seguro regreso para adentrarme de nuevo en la herencia de Yaxchilán que hoy vive dentro de mí.

 

 

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