Mi viaje a Puebla

Hoy que es hoy, la historia de Puebla vive dentro de mí…

En cada pared, en cada torre, en cada balcón y en cada esquina, siento que el barroco poblano va llenando mi respiración. Con los ojos bien abiertos deduzco que la mente se expande cada vez que intuye al todo, se contrae cuando se topa con los pequeños detalles y encuentra el equilibrio paseando constantemente de aquí para allá.

Me encuentro en la Ciudad de los Ángeles, que según la leyenda está custodiada por los espíritus celestes desde que ellos mismos subieron la campana de ocho kilos a las encumbradas torres la catedral, y según mis ojos está rodeada por los cinco los volcanes que han sido guardianes de sus tesoros desde tiempos prehispánicos; el Popocatépetl, el Iztlaccíhuatl, el Malintzin, el Cuexcomate y el Chitlatépetl brillan a mi alrededor.

Paso a paso soy testigo de la historia antigua y contemporánea recorriendo la biblioteca Palafoxiana, el Museo Alfeñique, el Palacio Municipal, la Casa de las Muñecas y el Museo Amparo. Subo a la terraza a beber un té verde entre maderas, azulejos y plantaciones que enmarcan un mosaico de torres y cúpulas que terminan en los verdes del dosel de los árboles del parque.

La calle me llama de nuevo. Me detengo en un puesto de molotes y disfruto el sentido que surge de las manos de la chica que los prepara con esmero, como si cada bolita de masa fuera un tesoro.  Me cito con amigos para beber un mezcal y a hablar de los días en que quiero regresar a Puebla a disfrutar un mole, una fiesta y una historia nueva.

PS

En algún lugar de mi computadora tengo unas fotos preciosas de este viaje, pero mi cabeza desordenada no encuentra el recuerdo de su ubicación exacta. Mientras tanto aprovecho las delicias del libre acceso y comparto el trabajo de Luis Gómez (Gomezsluis/ CC BY-SA).